Sobre prioridades educativas

Mucho se ha discutido en estos días sobre si el esfuerzo que se ha hecho en materia de recursos para la educación en los últimos años ha sido mucho o poco, suficiente o insuficiente. Lo cierto es que tras muchos años de rezago en materia de recursos, el sistema educativo uruguayo sigue enfrentando importantes desafíos y por tanto es esperable que la educación siga siendo una prioridad presupuestal en los próximos años.

En este sentido y pensando en futuras asignaciones presupuestales parece necesario incorporar a la discusión, entre muchos otros aspectos, uno que tiene que ver con la inercia que en términos generales ha caracterizado la distribución de recursos entre los diferentes niveles educativos. En particular, existe una especie de acuerdo implícito y explícito [1] de que los recursos adicionales que se destinen a la educación deben dividirse en términos proporcionales entre la ANEP y la UDELAR, siguiendo la participación tradicional que ha tenido cada una de estas instituciones en el gasto público destinado a la educación. Esta política implica mantener incambiada la distribución actual del gasto educativo en educación terciaria en relación al porcentaje que se destina en conjunto a los niveles educativos inferiores. Sin embargo, mientras que nuestro país presenta una tasa bruta de matriculación por encima de la media regional a nivel terciario [2], a diferencia de otros países que muestran niveles similares de matricula en este nivel, en nuestro país, la universalización a nivel de enseñanza media está muy lejos de alcanzarse: de cada 10 jóvenes de entre 21 y 23 años, menos de 4 logra culminar el ciclo obligatorio de enseñanza media. En este marco, no parece que mantener la actual distribución del gasto entre enseñanza terciaria y los niveles inferiores de educación refleje verdaderamente las urgencias que el país enfrenta en materia de equidad en el acceso a la educación. Esto no significa que no deban destinarse recursos adicionales a la educación terciaria ni que no exista ninguna sinergia entre ambos niveles. Por ejemplo, la tasa de egreso del ciclo superior de educación media es inferior en el interior del país que en Montevideo.[3] Si parte de esta diferencia obedeciera a la falta de ofertas para continuar estudios a nivel terciario, la descentralización de carreras terciarias hacia el interior del país podría operar como un estímulo para que más jóvenes sin posibilidad de trasladarse a estudiar a la capital decidan finalizar el ciclo educativo medio.

Por tanto, el planteo no debería interpretarse como una sugerencia de quitar recursos al nivel terciario para mejorar la inversión en los niveles inferiores. El planteo es mucho más básico: simplemente sugiere dejar de actuar con piloto automático y empezar a pensar y a discutir con argumentos fundados y en base a las necesidades y urgencias en materia de equidad educativa que nuestro país presenta, la racionalidad de trasladar al nivel terciario cada punto de aumento de recursos que se otorga a los niveles inferiores del sistema educativo.

Foto: viñeta de El Roto publicada en: http://elpais.com/elpais/2013/01/09/vinetas/1357758195_902930.html


[1] Por ejemplo, el artículo 867 de la Ley de Presupuesto establece que, cuando como consecuencia del crecimiento del PIB los créditos con destino a la educación representen un porcentaje inferior al 4,5% del PIB, el Poder Ejecutivo deberá incluir en el proyecto de Rendición de Cuentas una asignación adicional de créditos presupuestales que se divide proporcionalmente entre ANEP y la UDELAR.
[2] Según datos estimados por UNESCO, Uruguay habría alcanzado una tasa bruta de matriculación superior al 60% en 2010, ubicándose bastante por encima del promedio de América Latina y el Caribe (40%). Fuente: http://websie.eclac.cl/sisgen/ConsultaIntegrada.asp.
[3] En 2008, la tasa de egreso de educación media superior entre jóvenes de 21 y 22 años en el Interior del País era de 30% mientras que en Montevideo alcanzaba el 45%. Fuente: De Armas y Retamoso (2010) "La universalización de la educación media en Uruguay. Tendencias, asignaturas pendientes y retos a futuro". UNICEF Uruguay.

Obligatorio… ¿Obligatorio para quién? ¡Para usted también!

- Lorenzo: ¿Hasta tercero, no? Igual no sé para qué te sirve tener hasta tercero…

- José:  No sé… Ahora dicen que es hasta sexto, me dijo la trabajadora social. Igual yo hice hasta primero (…) No, no lo terminé, empecé a ir como tres veces, pero siempre dejaba. No sé, no me gustaba ir y ta: dejé. Además ya tenía 18 años…

(Diálogo entre dos jóvenes montevideanos, veinteañeros)

El Uruguay ha sido considerado como uno de los países con mejor educación y como uno de los países con menores niveles de desigualdad en la región. Aunque esto último se ha mantenido, el examen de la evolución de las tasas de egreso de los distintos ciclos educativos evidencia que aquella imagen de avanzada dio paso a una de estancamiento: particularmente en el nivel básico de educación media se observa un claro rezago respecto de otros países de la región. Poco más de los dos tercios de los jóvenes uruguayos culminan este nivel educativo; por debajo de los países del Cono Sur, Perú, Colombia, Venezuela, Panamá, Ecuador (urbano), Costa Rica y México (De Armas y Retamoso, 2010).

Hace más de cien años, en 1908, la matrícula de escuela primaria alcanzaba al 57 % de la población en edad escolar, porcentaje altísimo para la época y para la región. El temprano desarrollo de la enseñanza formal, su rápida consolidación institucional y expansión territorial se constituyen, a la vez, como resultado y como efecto del crecimiento económico y del desarrollo del país desde el último cuarto del siglo diecinueve, hasta fines de los años cincuenta del siglo veinte (De Armas y Retamoso, 2010). La Constitución de 1952, en su artículo 70 definía a la escuela primaria como tramo obligatorio.

La pretensión de universalidad de la educación ha sido constitutiva de la idiosincrasia uruguaya desde tiempos remotos. Hace ya cuatro décadas que la universalización de la educación media constituye en Uruguay, uno de los objetivos prioritarios en materia educativa. Y la fijación de umbrales mínimos obligatorios ha sido el recurso normativo al que se ha apelado para el logro de nuestras metas educativas. Como si la obligación fuera motor de la universalización. En efecto, desde 1973 los uruguayos “nos obligábamos” a educarnos en dos niveles: el primer nivel de educación escolar o primaria, y en el segundo nivel, hasta tres años como mínimo de la educación secundaria básica (ley 14101). Recordemos que, en diciembre de 2008, luego de prolongados debates con vistas a arribar a amplios consensos y sólidas bases de apoyo, se aprueba la ley General de Educación. Allí se establece como “obligatoria la educación inicial para los niños y niñas de cuatro y cinco años de edad, la educación primaria y la educación media básica y superior”.

Sabido es que en nuestro país, la educación se ha convertido en un problema mayor. La universalidad de la educación hasta los seis años de la escuela secundaria, prescripta como obligación hace un lustro, permanece como ilusión: poco más de la tercera parte de los jóvenes uruguayos de entre 20 y 25 años de edad han finalizado la Educación Media Superior. Estos resultados educativos se encuentran estrechamente vinculados al nivel socio-económico de los hogares, pero con independencia de éste, guarda un patrón diferencial por género: las mujeres aprueban los seis años de la escuela secundaria en un porcentaje mayor que los varones, al tiempo que finalizan antes el nivel, es decir, con menos extra-edad (Filardo, 2010). 

Distintos análisis (Cardozo, 2009; De Armas y Retamoso, 2010; Fernández, 2010; Filardo, 2010, entre otros) coinciden en la constatación de un estancamiento en la evolución de las tasas de egreso de la educación, que se acentúa, en particular, en las correspondientes a la enseñanza media básica y a la media superior. Si bien se han ensayado distintas políticas y currículas, la evidencia disponible nos confronta una y otra vez con dicha imagen de “estancamiento”, que por otra parte, comienza a gestarse a partir de los años cincuenta del siglo veinte: el estancamiento en educación claro está, no es ajeno ni independiente a la puesta en duda de aquella imagen de la “Suiza de América” que mal o bien había calado hondo en distintos circuitos, particularmente los intelectuales y los estratos medios y altos. 

Como mostramos en el siguiente gráfico, un 32% de quienes ingresaron a la educación básica en el periodo predictatorial (1965-1974), han culminado la Escuela Media Superior, en tanto que un 56% finalizaron el Ciclo Básico. Por su parte, la “generación post-dictadura” (ingresaron a la escuela primaria entre 1985 y 1989) presenta guarismos levemente superiores: un 36% y un 64% respectivamente. 



La imagen es bien clara, y podría titularse como “de crecimiento con estancamiento”: como palos en la rueda, los resultados educativos nos alertan hace ya mucho tiempo, acerca de la urgencia del problema educativo como obligación de todos. Tal vez sea hora de interpelar(nos) acerca de los por qués, honestamente y a fondo. ¿Por qué algunos jóvenes ni siquiera saben que estamos obligados a aprobar los seis años de la escuela secundaria?


.     Ojalá esta nueva crisis, y van, sea una oportunidad aprovechada, por y para todos, pero sobre todo, para los que vienen. Pues como nos decía Lorenzo, un joven montevideano residente en uno de los barrios más pobres de la ciudad, mientras miraba a un niño de no más de 10 años juntando deshechos en un basural: “¡Que hagan algo por ellos! Nosotros ya fuimos, pero hagan algo por ellos, carajo!”

.     Ojalá la inyección sea de energía para pensarnos como sociedad, para pensar acerca de la capacidad integradora de la experiencia educativa de nuestros niños y jóvenes. Ojalá nos sintamos obligados, ellos, nosotros, y usted, usted también.




Referencias:

Cardozo, Santiago (2009), “Políticas de educación”, Cuaderno 3, Estrategia Nacional para la Infancia y la Adolescencia, Montevideo, INFAMILIA-MIDES

De Armas, Gustavo y Retamoso, Alejandro (2010) “La universalización de la educación media en Uruguay. Tendencias, asignaturas pendientes y retos a futuro.” Montevideo, UNICEF, Informe diciembre, 1ª edición.

Fernández, Tabaré (2010) La desafiliación en la Educación Media y Superior de Uruguay. Montevideo, UdelaR, CSIC

Filardo (2010) “Transiciones a la adultez y educación.”, en Cuadernos del UNFPA, Serie de Divulgación, Fondo de Población de las Naciones Unidas Uruguay, Año 4, Nº 5, Montevideo, Trilce.

Por qué deberíamos aumentar los salarios docentes

Es probable que en el contexto de la actual Rendición de Cuentas no exista margen económico y en especial político para aumentar el salario docente más de lo que ha propuesto el gobierno. Sin embargo, creo que es una buena ocasión para discutir sobre el nivel de los salarios docentes e incluso sobre el estado más general de la educación en Uruguay. En lo que sigue me limitaré a lo primero y argumentaré que el salario docente en Uruguay debiera ser más alto sin referirme a si su nivel actual es justo o injusto, digno o indigno o si debería alcanzar la media canasta y si dicha media canasta la deberíamos ver media llena o media vacía. El argumento de que el salario ha sido y es bajo se basa en algunos datos sobre la cantidad y calidad de los docentes, entendiendo que éstas responden fundamentalmente al nivel salarial relativo.

El salario influye en las decisiones que toman las personas sobre a qué dedicarse. No es lo único importante pero quizá sea lo más importante. Otra obviedad, perdonen, es que lo que importa para esas decisiones es el salario relativo, es decir comparado con otros salarios. El salario relativo docente ha sido tan bajo en las últimas tres décadas [1] y es todavía tan bajo que sus consecuencias en la cantidad y calidad de los docentes son evidentes.

Miremos 3 ejemplos de lo que tengo en mente cuando pienso en las consecuencias del nivel relativo de los salarios docentes sobre la cantidad y calidad de los docentes. 

Primero. En los últimos años se ha repetido un fenómeno interesante en cada marzo: faltan maestros.[2] Esto es el fenómeno más extremo de las consecuencias del salario bajo. No es solo que la profesión no esté atrayendo quizá a quienes tengan más vocación y capacidad [3], simplemente no alcanzan quienes eligen esta profesión para cubrir los puestos vacantes. Pero quizá esto que pasa en primaria no sea tan extremo si miramos al segundo ejemplo que tiene que ver con lo que pasa en secundaria desde hace décadas.

Segundo. La proporción de docentes titulados en secundaria en 2007 era de 60% solamente (Censo Nacional Docente 2007). El dato no es tan reciente pero el tercer dato a continuación indica que la proporción de titulados difícilmente habrá mejorado como para estar en un nivel decente.

Tercero. La matriculación en carreras de profesorado y magisterio ha permanecido totalmente estancada en los últimos años, al menos desde 2004.[4] De acuerdo con este indicador parece difícil entonces revertir la falta de docentes referida en los puntos primero y segundo.

Entiendo que estos tres ejemplos dejan claro el punto de la nota. El salario no es lo único importante en la definición de cuan atractiva es una profesión pero es razonable pensar que es lo más importante. Si queremos más y mejores docentes debemos hacer más atractiva la profesión mediante, entre otras cosas, aumentar sustancialmente el salario relativo.

En el marco del debate de las últimas semanas es común la referencia a cuánto ha aumentado el salario real docente en los últimos años para justificar que no debiera aumentarse más. Pero si es cierto que una perspectiva fundamental del problema es el salario relativo debiéramos entonces mirar que sucedió con el resto de los salarios en la economía. Mientras los salarios docentes se incrementaron en promedio en términos reales en 56% entre 2004 y 2012 el promedio de salarios en Uruguay se incrementó en 49%, pequeña diferencia para la situación de enorme rezago de la que se partió en 2004.[5]

Por último, existen experiencias varias que indican que grandes aumentos salariales no mejoran resultados si no existen otras acciones planificadas que acompañen los incrementos salariales. Se me ocurre como ejemplo el gran aumento de salario relativo de este período de gobierno, el de los policías.  Me parece que se precisan planes y mucho esfuerzo político en la educación más que ninguna otra cosa en Uruguay pero cuando estén los planes y la prioridad política que el tema merece habrá que buscar que el salario relativo docente sea acorde.



Guillermo Alves

Agradezco la oportunidad de compartir estas ideas en este lindo blog. 
Agradezco también a Natalia Nollenberger y Ernesto Alves por sus comentarios. 





[1]  La evidencia sobre el bajo presupuesto en las últimas tres décadas es clara en el gráfico del post de Santiago López Cariboni en este mismo blog http://razonesypersonas.blogspot.com/2013/05/uruguay-sus-competidores-y-la-carrera.html
[3]    Boado y Fernández (2010) presentan evidencia respecto al perfil de competencias de los matriculados en carreras docentes respecto a otras opciones de estudios terciarios.
[4]    Ver gráfico en página 137  del documento de Rendición de cuentas 2012. Recomiendo a los interesados en el tema educación la lectura del documento en especial del apartado 2.3.2 que tiene una buena batería de indicadores. http://mef.gub.uy/documentos/20130701rendicion_cuentas_2012_documento.pdf
[5]    El enorme rezago al que me refiero está implícito en el Gráfico referido en el pie de página [1]. Los datos de incremento de salarios son del documento de Rendición de Cuentas. Allí se reporta que el 56% subestima el aumento del presupuesto con destino a salarios docentes debido a que parte del incremento en salarios fue atado a programas. Entiendo de todos modos que la subestimación no es sustantiva como para invalidar el argumento. 

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