La masacre de Aurora, las armas, y los uruguayos


El pasado fin de semana todos nos conmovimos con la noticia, las imágenes y los testimonios vinculados a la masacre perpetrada en un cine de la ciudad estadounidense de Aurora, Colorado. Los medios internacionales, y también los uruguayos, difundieron rápidamente la noticia, y entre la perplejidad y el déjà vu, supimos de los hechos, del perfil del victimario, y detalles de las vidas truncadas de las víctimas y el sufrimiento de sus allegados.

Como ha sucedido en otros casos, como corolario de los hechos se volvió a disparar el debate sobre la tenencia de armas, y los efectos de su regulación.  Esta discusión no llegó a tierras charrúas. Sin embargo, mirando algunos de los datos creo que sería conveniente empezar a debatir el tema. Según la UNODC, la Oficina de las Naciones Unidas para las Drogas y el Delito, por su sigla en inglés,  Estados Unidos ocupa el primer lugar del mundo en tenencia de armas, con 88.8 armas cada cien habitantes. “¡Chocolate por la noticia!”, dirán muchos. El segundo puesto, a distancia considerable, es para Yemén, con 54.8 armas cada 100 habitantes. Luego de Suiza, Finlandia, Serbia, Chipre, Arabia Saudita e Irak, el noveno lugar, y entonces el primero entre los países de América Latina es para Uruguay, con 31.8 armas cada 100 habitantes.[1] Aquí sí hay sorpresa, ¿verdad?

Lo variopinto de esta lista de países sugiere que la tenencia de armas en manos de civiles no necesariamente correlaciona con las matanzas de civiles a manos de civiles, ni con la inseguridad (y, aunque así  fuera, cabe siempre recordar el viejo principio de que correlación no implica necesariamente causalidad). Aunque sí hay cierta evidencia de que a mayor presencia de armas en manos de civiles, mayores tasas de homicidios, al menos en los países más ricos.[2]

Según la encuesta 2012 del Barómetro de las Américas 12.2% de los uruguayos tienen  (ellos mismos o alguien en su casa) un arma de fuego para su protección. En el único otro país donde el Barómetro de las Américas hizo esta pregunta, Brasil, sólo el 3% afirmó contar con un arma de fuego. 

No contamos con una serie temporal en la encuesta que nos permita analizar si ha habido variaciones en la tenencia de armas de fuego, y, de haberlas, en qué sentido han operado. Pero algunas pistas que ofrecen los datos, y que condicen con lo que se reporta en las noticia y lo que se refleja en  las redes sociales y en las acciones vecinales, sugieren que hay, al menos, un subconjunto de la población muy preocupado por la inseguridad, insatisfecho con el desempeño gubernamental en la materia, y con armas de fuego para protección en sus manos. 

Desde hace ya algunos años, la inseguridad desvela a los uruguayos. El 52% de los que respondieron la encuesta del Barómetro de las Américas mencionaron espontáneamente algún tema vinculado a la seguridad. En segundo lugar, los problemas económicos, recibieron menos de la mitad de las menciones (21%).
Entre quienes tienen armas de fuego para protección, la mención a la inseguridad como problema principal trepa hasta el 61%. Estas personas ven mucho más desfavorablemente la acción del gobierno en materia de combate a la inseguridad, con un promedio de 36 en un escala de 0 a 100, donde 100 indica el mejor desempeño posible (entre los que no tienen armas, la evaluación del desempeño gubernamental en materia de seguridad asciende a 47 puntos).

Quienes tienen armas de fuego creen en  mayor proporción que quienes no las poseen que para capturar a los delincuentes las autoridades pueden actuar al margen de la ley (48 a 40%), y también prefieren un gobierno de mano dura a uno con la participación de todos con mucha mayor vehemencia que sus conciudadanos inermes (34 a 21%).

Por último, el dato seguramente más significativo, quienes tienen armas se sienten más inseguros en el lugar donde viven; tienen razones para ello, ya que han sido víctimas del delito en mayor proporción que otros. Siempre según el Barómetro de las Américas, el 22% de los encuestados reportó haber sido víctima de un delito en los últimos 12 meses. Entre quienes tienen armas en sus hogares, la victimización por delincuencia llegó al 28%.


¿Cómo leer estos datos? Ante todo, con cautela. Se trata de pedacitos de información que requieren un tratamiento complejo, ya que las relaciones causales entre la tenencia de armas y las actitudes son complejas, y en algunos casos muy difíciles de medir (meta que trasciende ampliamente el objetivo de este post). Sin embargo, creo que hay información suficiente como para poner el tema sobre la mesa, y comenzar a hablar de él. No para alarmarnos ante la inminencia de una tragedia como la de Aurora; difícilmente se pueda atribuir a la política en relación a las armas de fuego la responsabilidad de un hecho tan atroz perpetrado por una mente enferma. Sí para pensar cómo la tenencia de armas, y en manos de quiénes están las armas hoy en el Uruguay, incluso –especialmente, diría yo- las armas legales, es un problema de política pública digno de ser contemplado y debatido.



[1] Esta información, así como las bases de datos completas se encuentran en el Blog de Datos de The Guardian: http://www.guardian.co.uk/news/datablog/2012/jul/22/gun-homicides-ownership-world-list
[2] El Harvard Injury Control Research Center compila la evidencia disponible aquí:  http://www.hsph.harvard.edu/research/hicrc/firearms-research/guns-and-death/index.html

Marihuana, homofobia, Opus Dei y el rol de los intelectuales en el país de “como te digo una cosa, te digo la otra”

En política, y en caso de ser un acto intencional, “como te digo una cosa, te digo la otra” es una estrategia utilizada para cambiar las prioridades de la agenda pública, generar distracción y ganar tiempo, a partir de la ambigüedad. Sin intención de por medio, es un error lógico, mera incoherencia. Que los políticos utilicen este procedimiento de modo intencional no es deseable, pero al menos es entendible. El ejemplo más reciente de esta forma de proceder fue la propuesta del Presidente Mujica de liberalizar la marihuana, al mismo tiempo en que se discute el proyecto de ley de internación compulsiva de potenciales adictos a estupefacientes, y luego decir que se “iba al mazo” [1],dado que, según datos de encuesta, un 60% de los uruguayos está en contra de la medida.

Por supuesto, si este tema fuera una prioridad del gobierno, trataría de averiguar las razones por las cuales el 60% de la población está en contra (que pueden ser de naturaleza política, social, económica, sanitaria, meros prejuicios o desconocimiento, por nombrar algunas). “Como te digo una cosa, te digo la otra” y al final del día todos terminamos cayendo en el lugar común de decir “es el Pepe”, que es un equivalente a decir “es un inimputable”. Insisto, esta falta de coherencia intencional no es un rasgo deseable ni justificable en el caso de los gobernantes, pero es al menos comprensible. Lo que no es comprensible es que los intelectuales tengan esta clase de comportamientos.

Cambio homofóbica por fanatismo anti - religioso

La figura del intelectual es socialmente relevante ya que es alguien que ofrece nuevas ideas o intenta clarificar conceptos. Por desgracia, algunos han faltado a su deber durante la semana anterior, cuando fuimos testigos del ascenso y caída de la Doctora Mercedes Rovira como Rectora de la Universidad de Montevideo. Como es de público conocimiento, Rovira perdió su ascenso a la Rectoría por sus dichos respecto a la política discriminatoria que tiene esta casa de estudios respecto a la contratación de docentes homosexuales [2]. La reacción no se hizo esperar, y llovieron las críticas de diferentes actores sociales y políticos, llevando a la Doctora Rovira a presentar su renuncia al cargo [3].

Hasta aquí, nos encontramos ante un hecho lamentable, la expresión de un pensamiento retrógrado e intolerante que desgraciadamente subsiste en algunos sectores de la sociedad, que recibió su merecida condena social. Pero, lamentablemente, el asunto no terminó ahí. Alguien se tomó el trabajo de releer el libro del politólogo y diputado del Partido Colorado Fernando Amado, "El peso de la cruz. Opus Dei en Uruguay" (Sudamericana, 2009), y extraer algunos pasajes referidos a Rovira, para armar un post viral titulado “¿Quién es Mercedes Rovira, próxima rectora de la Universidad de Montevideo perteneciente al `Opus Dei´?”. Y varias personas consideradas “intelectuales” se encargaron de difundirlo por las redes sociales y ahora se convirtió en noticia  [4].

El post describe brevemente la estructura y funcionamiento del Opus Dei, enfatizando las prácticas religiosas de sus adeptos, como la mortificación corporal a través del cilicio (una cadena de alambres punzantes que se lleva diariamente en la pierna) y el uso de la disciplina (un pequeño látigo que se usa para auto - flagelarse). Se hace referencia a la visión de Rovira al respecto: "A Mercedes Rovira `le cuesta´ más levantarse temprano que el cilicio. Para ella: `el tema de la mortificación es porque hay mucho pecado en el mundo y hay que encontrar la manera de desagraviarlo. Ha sido cosa de toda la vida en la Iglesia tradicional ofrecer alguna mortificación corporal, en el sentido de ese desagravio que hay que ofrecer (...) Las numerarias, lo mismo que los hombres: diariamente el cilicio y una vez por semana la disciplina rezando una oración´”.

Esta información brindó elementos para toda clase de comentarios superficiales y anti – religiosos: gente que cree que esto no es una práctica espiritual sino sado – masoquismo, la clásica frase: “la iglesia que más ilumina es la que arde”, entre otros. De esta forma termina de componer la figura de Rovira como un monstruo, de pensamiento ultraconservador y prácticas cuestionables. Mi pregunta es, ¿la razón por la que la que Rovira discrimina a los homosexuales, no es la misma por la cual ella es discriminada? ¿Por qué es relevante la mortificación corporal a la hora de juzgar su pensamiento sobre los homosexuales? Y, ¿creen que todos los miembros del Opus Dei discriminan a los homosexuales? Una cosa es no estar de acuerdo, otra es discriminar. El Opus Dei podrá tener varios aspectos cuestionables (como todas las religiones), pero no es válido hacer esta clase de generalizaciones. Por esta razón, es decepcionante la actitud de ciertos intelectuales uruguayos sobre este tema: combaten la intolerancia a los homosexuales con intolerancia religiosa, y en definitiva, como te dicen una cosa, te dicen otra, sin intención, espero.

Referencias




El “despertar” mexicano: #Yo soy 132 y la pretensión incluyente





#Yosoy132 es el nombre, el estandarte
o el emblema de la primera persona del plural.

Es la conciencia de que el “yo” no puede prescindir del “nosotros”.
Bien podría traducirse como
“Yo soy nosotros”.

#Yo soy 132, 2012: “Se oye unavoz #gaceta132, Memoria histórica”, número: cero.
  


Contexto de surgimiento de #Yo Soy 132

Las elecciones presidenciales parecían indicar que no habría grandes sorpresas en el escenario político-electoral mexicano. Hacía ya tiempo que las distintas encuestas de opinión arrojaban una amplia ventaja para Enrique Peña Nieto (en adelante EPN). La “protesta” parecía irresolublemente quedar ahogada en la queja cotidiana, lindante con la resignación. La prensa escrita, las principales radiodifusoras y los canales televisivos de alcance nacional (en particular, Televisa y TVAzteca) proyectaban esa imagen, al tiempo que la asentaban.

De hecho, fue en Youtube donde pudimos ver por primera vez la imagen de EPN atemorizado, en un baño de la Universidad Iberoamericana (la Ibero), universidad privada considerada “de élite” en la que su visita había “salido mal”. Allí se gestó el Movimiento, y desde entonces, “la importancia de la participación ciudadana en la generación y flujo de información, especialmente en un ambiente tan agitado social y políticamente como el mexicano.”[1]

Una escueta cronología.

El viernes 11 de mayo del corriente, EPN se dirige a una charla con estudiantes de la Ibero y lo reciben con abucheos, máscaras de Salinas y pancartas de Atenco. Claro está que no iba solo, sino acompañado de activistas “acarreados” que colmaron buena parte de las localidades disponibles. No obstante, los estudiantes se dispusieron a escucharlo desde y como pudieron, hasta que un joven unió y alzó dos pancartas donde se leía: “Te odio.” y “Ni un aplauso a este asesino”. Pero la indignación llegó a su punto límite cuando EPN reafirmó su responsabilidad en la represión en Atenco, manifestando además que, de acuerdo al Suprema Corte, “el uso de la fuerza es una acción que corresponde al Estado utilizar cuando lo considere necesario”.[2]

De allí se sucedió una persecución a EPN por parte de los estudiantes, que comunicándose vía twitter, lo acorralaron en el baño de la institución. Un reportero radial informaba, sin poder ocultar la hilaridad que le provocaba el absurdo: “Lo que está sucediendo en este momento, queridísimos radio escuchas ¡Está atrapado EPN en el baño!·”

Al día siguiente, varios periódicos de gran tiraje encabezaban al unísono: “Éxito de Peña a pesar de intento de boicot”. Es entonces que dos estudiantes de la Ibero organizan vía Facebook la convocatoria a enviar fotos con el texto: “Somos estudiantes de la Ibero, no somos porros, no somos acarreados, y nadie nos entrenó para nada”. El lunes se publica el video de “los 131”. El viernes siguiente se realiza una marcha que nuclea ya a estudiantes de distintas universidades. Culminando dicha marcha surge el Movimiento #Yo soy 132.

En la siguiente concentración (23/05) los estudiantes plantean sus principales demandas: democratización, pluralidad y transparencia de los medios de información y libertad de expresión, ambas expresadas en términos de sus posibilidades de generación de un pensamiento crítico. La denuncia a EPN como producto construido por el marketing político viene de la mano de la denuncia a Televisa. De hecho, en las marchas uno de los cánticos más escuchados es: “Queremos escuelas, no telenovelas”.

Hasta aquí la cronología. Creo lo demás, ya es bien público para quien se interese en este proceso. Y si el 30 de junio las consignas tanto en las redes virtuales como en las clásicamente llamadas sociales eran: “el despertar no termina el primero de julio”, el mensaje que ha perdurado ya no traduce la ansiedad por una posibilidad de declive del movimiento. Más bien lo contrario: “Si no ardemos juntos, ¿quién iluminará esta oscuridad?” y “Si hay imposición, habrá revolución!”

En la valoración que los actores hacen del Movimiento, destaca la capacidad de unión entre universidades privadas y públicas para trabajar juntos, en lo que consideran una ruptura de barreras sociales y prejuicios que el propio sistema impone.  Pero destaca también su llamado a la unión, ya no sólo de estudiantes, sino con sectores sociales de lo más diversos.

¿Algo nuevo bajo el sol?

La resistencia ciudadana y el “contagio” de los repertorios de acción colectiva no constituyen novedad en la historia de las luchas sociales de América Latina, más allá de los diferentes grados de continuidad o niveles de logro que puedan haber tenido.
La novedad, al menos en este contexto resulta a mi entender, de varios aspectos confluyentes:
(i)                 La conciencia de la necesidad de formación técnica y organizativa en aspectos específicos vinculados a las “redes sociales”, la generación cotidiana de distintos tipos de registros tanto escritos como visuales y auditivos;
(ii)               la coordinación en paralelo, por una parte, de lo que se hace y comunica vía redes de Internet, y las intervenciones callejeras de equipos de trabajo o “células” en puntos dispersos del país y del exterior;
(iii)             la apuesta por ser un movimiento incluyente en el sentido más profundo. En este punto, los lazos con algunas de las poblaciones más hostigadas a nivel nacional son unas de las banderas del movimiento, manifestadas declaraciones, campamentos, y símbolos que construyen identidad inclusiva.

Otros elementos importantes a destacar: - la persistencia en la horizontalidad, que se traduce en distintos aspectos de su estructura organizativa y la participación en asambleas interuniversitarias; la insistencia en el carácter político apartidista del movimiento; - la observancia de la vía pacífica como “revolución de conciencia”[3] y - la importancia acordada a la necesidad de selección y clasificación de la rapidísima acumulación de registros generados y de vehiculizar de manera pertinente los destinos de dichos materiales.

“No somos uno, no somos 100, prensa vendida: ¡cuéntanos bien!”; “Si hay imposición, habrá revolución” y “Atenco vive, la lucha sigue” grita enérgicamente el #132. Gritos hirientes para el pacto político-mediático que hacen a la debilidad democrática evidenciada a todas luces –por #Luz132-. Pero esto no permanece como grito, sino que se traduce en acciones organizadas que se proponen perdurar más allá de la coyuntura electoral.[4]

Entonces…

¿Por qué una nota sobre un movimiento estudiantil surgido en el actual contexto electoral mexicano en un blog que busca generar “razones” y reunir “personas” que nos hallamos repensando a Uruguay? La pregunta es larga, y probablemente la respuesta lo sea todavía más.

Nos guste o no, resulta innegable el vacío de sentido que para muchísimos jóvenes tienen las instituciones y prácticas políticas tradicionales, en las que, ni se hallan representados, ni se involucran activamente en los espacios de democracia participativa. También aparecen difícilmente propuestas alternativas y realmente incluyentes: “los jóvenes luchan por sus derechos (sobre todo aquellos que les permitan devenir otra cosa) y demandan atención a su diferencia, es decir, construyen una noción de ciudadanía, o mejor de política, en la que se combinan igualdad y diferencia. Así, el otro distinto interpela la ilusión de un multiculturalismo político, pues tal ciudadanía incorpora todo, da cabida a todo, pero no resuelve las desigualdades de poder, materiales y simbólicas entre las distintas identidades.”[5]

#Yosoy132 apuesta a la disputa con el pacto político-mediático de dominación. No es intención aquí hacer futurología, ni juzgar fortalezas y/o flaquezas. Pero lo que el Movimiento ha generado, echó por tierra las consideraciones de la juventud mexicana como apática y desinteresada. Más bien diríamos que ha sacudido la apatía de sus antecesores. Cabe al menos plantear como vía la posibilidad de buscar otras inscripciones desde donde se generan y practican intereses grupales. Estos intereses pueden expresarse en un nivel instituido, pero también, y fundamentalmente, habremos de atender a otras prácticas que se constituyen como “crítica, alternativa, ironía, negación de la institucionalidad política del orden social, y que por lo tanto, quedan excluidas y no reconocidas.”[6]

En la actual coyuntura uruguaya ¿sería impensable que los jóvenes “despertaran” las conciencias acerca del monopolio mediático y los usos de la información? ¿Sería impensable la gestación de un movimiento estudiantil que pidiera abiertamente apoyo a “todos” asumiendo que “los estudiantes no podemos solos” con la imposición mediática, ni con “los derechos humanos de los más pobres”[7]?




[1] #Yo soy 132, 2012: “Se oye unavoz #gaceta132, Memoria histórica”: 1. No es menor que la Gaceta cero del Movimiento comience diciendo esto, puesto que tal vez el eje más fuerte de su constitución sea el bloqueo mediático y la denuncia del acuerdo entre EPN y TVAzteca.
[2] Múltiples referencias a estas declaraciones pueden encontrarse en la web, así como referencias al “Caso Atenco”, poblado del Estado de México, gobernado por EPN. Someramente, y guiándonos por cifras oficiales, el operativo del 3 y 4 de mayo 2006 en San Salvador de Atenco dejó como saldo 2 muertos, 201 detenidos y 23 mujeres abusadas sexualmente. Los responsables siguen sin ser juzgados. Registro documental #Yosoy132: http://www.youtube.com/watch?feature=endscreen&NR=1&v=bkqhZXbmLUs
[3] Es de notar la influencia de que los “métodos específicos de resistencia no violenta” de tienen en diversas modalidades de acción y en el cuidado de los aspectos simbólicos.  Sharp, Gene (2003 [1993]) "De la dictadura a la democracia", Boston, Institución Albert Einstein.
[4] #Yosoy132. La lucha de los jóvenes mexicanos por la verdadera democracia.
[5] Alvarado, SV. y Vommaro, P. (2006) “Presentación del Grupo de Trabajo «Juventud y nuevas prácticas políticas en América Latina» del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales –Clacso” en Cuadernos del CENDES, Año 26 n° 70: 144
[6] Tapia, Luis (2011) Política salvaje, Buenos Aires: Waldhuter editores: 109
[7] Los entrecomillados de esta pregunta refieren respectivamente a: “Los estudiantes no podemos solos. Si no ardemos juntos ¿quién iluminará esta oscuridad?: Yosoy132Oficial http://www.youtube.com/watch?v=5ud7zzbO7Ho&feature=plcp. 30/06/2012 y la nota de Aldo Marchesi publicada en este mismo blog: “Los derechos humanos de los pobres: ¿excepción o continuidad histórica?: http://razonesypersonas.blogspot.mx/2012/06/los-derechos-humanos-de-los-pobres.html 14/06/2012

¿Que pasó con la infantilización de la pobreza?


A fines de los 90s e inicios de la década pasada distintas investigaciones comenzaban a plantear que en Uruguay se estaba consolidando un serio problema de infantilización de la pobreza e inequidad intergeneracional. En aquel momento, el diagnóstico indicaba (i) que en Uruguay la infancia y la adolescencia estaban sobrerrepresentadas en la pobreza y la indigencia respecto a otros grupos etarios, (ii) que ese sesgo etario parecía estar aumentando en forma sistemática –mientras que en 1986 había 1.9 menores de 6 años en situación de pobreza por cada mayor de 65 años, en 1999 esa relación llegaba ya a 8.5- y (ii) que Uruguay era –por mucho- el país de América Latina donde este sesgo era más notorio (PNUD, 1999; CEPAL, 2000; Kaztman y Filgueira, 2001).

Las investigaciones atribuían el fenómeno a dos factores fundamentales:

(i)    el fuerte desbalance que el país mostraba en términos de gasto social entre generaciones (donde el peso de las jubilaciones y pensiones se llevaba gran parte de la inversión social del país, especialmente luego de la reforma de la seguridad social en 1989)
(ii)  la existencia de un mecanismo de transmisión intergeneracional de la pobreza que resultaba de la nefasta combinación de la disminución estratificada de pautas de fecundidad -que hacía que las mujeres pobres tuvieran más hijos que las de mayores ingresos-, déficits educativos y laborales concentrados en los sectores más desfavorecidos, aumento de hogares monoparentales en esos mismos sectores, etc. (PNUD, 1999).

En aquel momento, la evidencia permitía ver múltiples y preocupantes alertas en el horizonte, sintetizadas en la concentración de riesgos y vulnerabilidades al inicio de la vida y en los efectos que esto podía tener sobre el bienestar –desde muy variados puntos de vista- de estas generaciones.

En los años inmediatamente posteriores la realidad superó los peores pronósticos: la pobreza infantil ascendió a niveles históricos: en 2002 46% de los niños menores de 6 años vivían bajo la línea de pobreza y dos años después, la proporción alcanzaba a 57.6% (UNICEF, 2009). El sesgo etario alcanzaba en 2001 su nivel máximo desde 1986: por cada adulto mayor pobreza Uruguay tenía 9.8 menores de 6 años en esa condición. Como resultado: el tema terminó por cuajar en la agenda política y de las políticas públicas con bastante fuerza.

Sin embargo, la crisis pasó y tras varios años, el país empezó lentamente a dejar atrás la urgencia social de ese período. El gasto público social aumentó y el gasto público social en infancia comenzó a tener cada vez más peso en el gasto público social. A su vez, varias nuevas políticas –algunas de ellas emblemáticas en el primer gobierno de izquierda- fueron diseñadas para ir al encuentro de las urgencias que la infancia y la adolescencia presentaban. La economía comenzó a crecer. Lo mismo ocurrió con los salarios. Y las cifras más alarmantes de pobreza e indigencia –y de pobreza e indigencia infantil- fueron quedando atrás.

Este escenario favorable incidió fuertemente en la lectura que desde las políticas se hacía sobre el diagnóstico de la infantilización de la pobreza: la mirada sobre el desbalance generacional comenzaba a perder peso, dando paso a nuevas preocupaciones o urgencias a abordar. También en el ámbito de la investigación social el tema fue quedando a un lado y la producción y reflexión sobre el asunto fue relativamente escasa y fragmentada, mientras que otros ejes, como la desigualdad de ingresos, cobraban mayor relevancia.

Mientras esto ocurría, sin embargo, la inequidad intergeneracional –medida con el ratio antes mencionado- en detrimento de la infancia y la adolescencia no disminuía, sino que –aunque con algunas oscilaciones-  más bien se mantenía relativamente estable (UNICEF, 2009)-.  

¿Que pasó entonces?

¿Por qué las agendas y los debates – en el ámbito de las políticas y en el ámbito de la investigación- no acusaron suficiente recibo de esta evolución? ¿y por qué, pese a los logros recientes, el incremento relativo del gasto publico social en infancia y las políticas impulsadas, la infantilización de la pobreza no se ha reducido?

En relación a la primera pregunta, es posible que el fuerte impacto del diagnóstico de la infantilización de la pobreza y la inequidad intergeneracional haya estado mediado, a inicios de los 2000 por las alarmantes y crecientes cifras de pobreza en los niños, especialmente los mas pequeños, que se registraron en esos años. Sin embargo, creo que fueron sobre todo esos datos y no el hecho de que fueran tanto más altos que los de otros grupos etarios los que colocaron el tema con fuerza en la agenda del país. Más aún, creo que esa fuerza – y la notable reducción de la pobreza en la infancia y la adolescencia en la segunda mitad de la década - no alcanzaron para mantener visible el sesgo generacional. A esto contribuyó también, no tengo dudas, el despliegue de varios argumentos “políticamente correctos” y algo vacíos de contenido sobre las implicancias del fenómeno y lo que el país debiera –o no debiera- hacer para resolverla (véase nota “La corrección política y el arte de vestir ydesvestir santos”). Posiblemente estos elementos hicieron que no se distinguiera con claridad que pobreza infantil e inequidad intergeneracional estaban relacionadas pero era dos fenómenos bastante distintos.

En relación a la segunda pregunta, es indudable que la distribución del gasto social entre generaciones explica buena parte de la cuestión, aún cuando la balanza entre gasto público destinado a infancia y gasto en jubilaciones y pensiones se ha modificado levemente. Vale reafirmar que la creación de coaliciones redistributivas a favor de la infancia y la adolescencia es difícil de lograr en un país con un régimen de bienestar corporativo como Uruguay, anclado principalmente en los intereses de algunos sectores. Y vale la pena recordar una vez más que, aunque no seamos totalmente explícitos al respecto, todos los días el país toma decisiones que privilegian a una generación frente a otra.

Pero también es preciso reconocer que, aún cuando el país logre ir mejorando el peso relativo del gasto en infancia, es poco probable que el desbalance generacional en materia de pobreza se modifique si ese gasto no va al encuentro de los factores estructurales –algunos ya viejos, otros más recientes- que posiblemente también estén operando en la estabilidad del indicador. Hoy hay, de hecho, un enjambre de variables que se siguen combinando en forma bastante viciosa, alimentando –o al menos no contribuyendo a reducir- el sesgo en detrimento de los niños. Parte de este enjambre se ilustra en los siguientes cinco puntos:

(i)          las desigualdades educativas entre los jóvenes han ido en aumento (la deserción en la educación media es solo una muestra de las enormes distancias que separan a la población pobre de la de mayores ingresos y de cómo el Uruguay no ostenta, desde hace mucho, resultados modelo en la comparación regional en estos indicadores)
(ii)      la asunción de roles adultos es muy dispar entre jóvenes de más y menos recursos: los jóvenes pobres tienen más hijos y los tienen antes
(iii)    el desempleo juvenil alcanza niveles muy preocupantes, especialmente entre las mujeres (otro dato que destaca tristemente entre los países latinoamericanos)
(iv)     la reducción promedio de ciertas brechas de género oculta un logro donde algunas mujeres –la más ricas- avanzaron mucho, otras más o menos, otras –las más pobres y que tienen más hijos- están prácticamente en el mismo lugar. Esto es visible en los datos de participación laboral, desempleo y empleo en sectores de baja productividad o informales
(v)    las mejoras en los indicadores laborales –descenso del desempleo, aumento de participación laboral, incrementos en las remuneraciones- no afectan equitativamente a las familias con y sin niños. La institucionalidad laboral en Uruguay sigue estando inclinada a cubrir en mayor medida a las familias insertas en el sector formal (que sabemos, tienen mayor capital educativo y menos niños)

Estas alertas – y su vigencia hoy, en un contexto de múltiples indicadores que reflejan logros económicos y sociales – obligan a cuestionarse sobre las aristas más sutiles de la distribución y la equidad en el Uruguay. No está de más recordar que los niños y adolescentes parecen ser siempre los primeros en experimentar los efectos negativos de los shocks externos y, en contrapartida, los últimos en recuperarse y beneficiarse en las etapas de crecimiento. Por ello es ahora, y no cuando los shocks nos tengan entre la espada y la pared, que es preciso re-colocar la infantilización de la pobreza y el desbalance generacional en el centro del debate político y académico del país.

Al hacerlo, ojalá sea posible no perder de vista que este también es un debate sobre la igualdad de género: mientras ciertos procesos –como la incorporación de las mujeres al mercado laboral- no estén acompañados de una ruptura con las estructuras de dominación de hombres sobre mujeres –y redistribución de trabajo remunerado y no remunerado entre ambos- desde el estado, solo las que tienen recursos –de diverso tipo- acortan la brecha con los hombres y las que no los tienen, sin apoyos estatales, sencillamente quedan estancadas en esa trampa de desigualdad. Ojalá podamos adentrarnos en el debate sobre la inequidad intergeneracional incorporando a todas las generaciones, poniendo en el centro la noción de ciclo de vida y no olvidando que muchas de las brechas que hoy el país está mostrando se explican, en parte, por lo que ocurrió hace 20 o 30 años. Solo un dato me basta para ilustrar este último punto y cerrar el argumento: la población adolescente de hoy es la misma que en 2003 tenía menos de 6 años y tenía al 57.6% de sus miembros en situación de pobreza.


Referencias

CEPAL (2000) Panorama Social de América Latina 1999-2000. Santiago de Chile: CEPAL.

Kaztman, R. y Filgueira, F. (2001) Panorama de la infancia y la familia en Uruguay. Montevideo: UCU/IPES-IIN.

PNUD (1999) Informe de desarrollo humano. Montevideo: PNUD.

UNICEF (2009) Observatorio de los derechos de la infancia y la adolescencia en Uruguay 2009. Montevideo: UNICEF.

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